Friday, May 16, 2008

Mi encuentro con el Enzo

En la inmediatez de mi deseo, sólo pude mirar furtivamente a mi derecha para saberme a salvo de que un auto me atropellara antes de cruzar, rápida, la calle. Nada me importaba más en ese momento y en este mundo que tocarlo. Solo quería tocarlo.

Caminé lenta y segura hacía él... me sintió y se dió vuelta para mirarme directamente a los ojos. Me vió, vió mi alma, mi deseo y se lanzó corriendo hacia mí. Pensé que ése era el último minuto de mi vida y que si podía tocarlo antes de morir... finalmente, moriría feliz. Caí de rodillas y él se detuvo justo a tiempo para no atropellarme. Me abrazé de su cuello y me apretujé en su pecho. El se dejó y celebró mi abrazo moviendo la cola, "Enzo, vení para acá!", fueron las palabras que su dueño utilizó para romper el hechizo y ese fue el momento en que el mastín belga y yo nos dimos cuenta que no estábamos solos en esa vereda de Beruti y Santa Fe. Volvimos a comportarnos como un perro y una mujer. Enzo y yo caminamos juntos, a la par. Llegamos a la esquina.
- Se conocen, de algún lado?
- Seguramente, si. Tu perro es hermoso!
- Gracias!
El semáforo cambio a verde, cruzamos. Su casa estaba ahí nomás, a 10 metros de la esquina, pero Enzo se quedó sentado a mi lado.
- Dale, Enzo, vamos!
- Dale Enzo, andá.

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